Busca al Señor ARZOBISPO DENNIS M. SCHNURR
Cada año la Iglesia nos bendice con una temporada para prepararnos para la venida del Señor en Navidad. Gran parte de la preparación exterior se lleva a cabo durante las cuatro semanas de Adviento: decoramos nuestros hogares, compramos regalos para nuestros seres queridos, horneamos galletas y organizamos fiestas. Todas estas cosas deben estar dirigidas a fomentar nuestra conciencia del gran misterio que celebramos el día de la Navidad: el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. Sólo Él es nuestro Salvador, y a Él clamamos: “¡Emanuel, Señor, ven a salvarnos!”
En Adviento, nos preparamos para celebrar el amor de Dios por nosotros; un amor tan poderoso que cuando nuestro Señor vio nuestra necesidad, deseó salvarnos a través de Su gracia en lugar de dejarnos sufrir solos. El Papa Emérito Benedicto XVI nos recordó que nuestro clamor para que el Señor venga a salvarnos resuena a lo largo de la historia. Él dijo: “Este es el clamor del hombre de todos los tiempos, que siente no saber superar por sí solo las dificultades y peligros. Que necesita poner su mano en otra más grande y fuerte, una mano tendida hacia él desde lo alto” (Mensaje de Navidad Urbi et Orbi, 2011).
Ninguno de nosotros puede salvarse a sí mismo; necesitamos la ayuda de Dios. Necesitamos Su gracia transformadora. Sin Dios, no podemos apartarnos del pecado y conformar nuestra vida a las verdades del Evangelio. Jesús viene a salvarnos. Lo ha hecho a través del misterio de su Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión, así como a través de Sus enseñanzas y Su ejemplo de vida. Celebramos que Jesús nació como uno de nosotros para dar absolutamente todo por nosotros.
Así como nos preparamos exteriormente para la venid del Señor en Navidad, también debemos aprovechar estas semanas para preparar interiormente nuestro corazón para recibir a nuestro Salvador. Las liturgias de Adviento de la Iglesia están llenas de lecturas de los profetas sobre la anticipación del Pueblo de Israel de la venida del Mesías. Hermosos himnos dan voz a la ansiosa espera compartida por los cristianos a lo largo de los siglos. Nuestra oración personal también debe fomentar en nosotros el deseo de aceptar la mano del Señor y dejar que Él nos levante y nos guíe por el camino del discipulado.
Las familias pueden rezar juntas con la ayuda de reflexiones y las oraciones tradicionales asociadas con el encendido de una corona de Adviento. Este es también un tiempo para encontrar humildemente al Señor en el Sacramento de la Reconciliación y pedirle que perdone nuestros pecados y nos sane por la gracia que sólo Él puede dar.
Ciertamente, esta es una época ajetreada del año y, en medio de ese ajetreo, es fácil llegar al día de Navidad y sorprenderse de que ya está aquí. Podemos sentirnos decepcionados por no haber aprovechado las oportunidades que ofrece el Adviento para acercarnos más a Dios y permitirle entrar más profundamente en nuestras vidas. Al comenzar esta temporada de preparación tanto exterior como interior, tomemos un momento para silenciar nuestros corazones y reflexionar sobre la magnitud del amor de Dios, que contemplaremos en la imagen del establo de Belén. Este Amor nacerá como Persona, como Niño, como Salvador. Jesús ha nacido para ti y para mí.
Así como María y José se asombraron al contemplar al Niño Jesús, así también lleguemos nosotros al día de Navidad con gran gratitud y amor por Dios, quien ha elegido salvarnos de una manera tan sencilla.