Busca Al Senor, ARZOBISPO DENNIS M. SCHNURR
Dios crea a cada ser humano en un acto de amor divino. Como católicos, creemos que la vida humana comienza en la concepción y se desarrolla durante el tiempo que se nos da en esta tierra hasta nuestra muerte natural. Tenemos la firme esperanza de que Dios, quien nos creó en el amor y nos guía y sostiene con ese mismo amor a lo largo de nuestra vida, nos acoja también en la eternidad, donde podremos gozar de la presencia del Amor mismo. La vida en este mundo es nuestra experiencia de ser creados, sostenidos y redimidos por Dios, y por esta razón la vida es del más alto valor. Por eso celebramos cada octubre el Mes del Respeto a la Vida. Damos gracias a Dios por el don de la vida y renovamos nuestro compromiso de honrar y promover la dignidad de toda persona.
En su exhortación apostólica La alegría del Evangelio, el Papa Francisco nos recuerda: “Todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor, y Él mismo habita en su vida” (EG 274). Toda persona es amada por Dios. Cada persona refleja su presencia. Por tanto, estamos llamados a amar también a cada persona. Como dijo el Señor: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Jn. 15:12).
Jesús nos dejó este nuevo mandamiento de amor la noche antes de ofrecer su vida por la salvación de cada ser humano. Desde la Cruz, nos enseña que el verdadero amor es sacrificial; busca el bien del otro sin importar lo que cueste. El amor cristiano, pues, es desinteresado y para todos. El Señor nos llama a amar no sólo a nuestros familiares y amigos, sino también a los que están solos, con miedo y abandonados. Nos llama a amar a los más vulnerables – los no nacidos y los enfermos. Nos llama a amar a los que sufren la pobreza, a los que han huido de su patria por la guerra o la persecución, y a los que han sido encarcelados, expulsados de la sociedad y olvidados. El Señor nos llama incluso a amar a nuestros enemigos.
Por nosotros mismos no podemos amar como Cristo ama, pero somos capaces de ese amor en la medida en que dejamos que Cristo ame a través de nosotros. Por eso es esencial para cada uno de nosotros una vida de oración, construida sobre la recepción fructífera de los sacramentos y de las Escrituras. Podemos realizar grandes cosas unidos al Señor.
Este año celebramos el primer Mes del Respeto a la Vida después de la anulación del caso Roe v. Wade. Sabemos que la decisión del caso Dobbs v. Jackson Women’s Health Organization no marca la conclusión de nuestros esfuerzos por promover y fomentar una cultura de la vida. Más de 65 millones de niños inocentes han perdido la vida a causa del aborto en Estados Unidos desde el caso Roe v. Wade. Este triste hecho demuestra la desesperada necesidad de convertir los corazones y las mentes. Debemos seguir rezando y trabajando para que todas las personas lleguen a respetar la dignidad inherente y el carácter sagrado de todo ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural.
Construimos esa cultura que respeta el don de la vida mediante la oración, el sacrificio y el alegre servicio a todos. Ofreciendo nuestro amor y apoyo a las mujeres embarazadas, especialmente a las que están solas o abrumadas, sigue siendo una parte importante de este trabajo. Asimismo, la compasión y la asistencia que prestamos a los enfermos y a los necesitados dan testimonio de nuestra fe. Visitando y atendiendo a los presos da esperanza a quienes a menudo se sienten olvidados y rechazados por la sociedad. Acogiendo a los inmigrantes y ayudándoles a iniciar una nueva vida sana las cicatrices de las tragedias que han dejado atrás.
Tenemos la oportunidad de amar a cada persona con la que nos encontremos como Cristo nos ha amado. Al hacerlo, contribuimos a construir una cultura que respete verdaderamente cada vida humana. ¡Que Dios nos sostenga en este empeño!