Busca al Senor
En el Evangelio según San Juan, Jesús subraya que vino para que tuviéramos plenitud de vida (cf. Jn 10:10). De manera significativa, a través de su Misterio Pascual, pero también a través de todos los aspectos de su vida, Jesús trabajó para nuestro bien y para que pudiéramos tener vida en abundancia, tanto en este mundo y por toda la eternidad. Es importante recordar que Jesús hizo esto no por la humanidad como un todo colectivo, sino por cada uno de nosotros como individuos únicos e irremplazables. Cada persona es perfectamente amada por Dios y, por tanto, cada vida humana es preciosa e inmensamente valiosa. Por esta razón, la Iglesia católica ha defendido constantemente la santidad y la dignidad de toda persona en todas las etapas de la vida, sin excepción.
El 7 de noviembre de 2023, los habitantes de Ohio tendrán la oportunidad de demostrar cómo es que nuestro estado ve la santidad de la vida y la dignidad de la mujer. En la boleta electoral de noviembre estará el Tema 1, una enmienda propuesta (engañosamente llamada “El Derecho a la Libertad Reproductiva con Protecciones para la Salud y la Seguridad”) a la Constitución de Ohio que consagraría el “derecho” de extirpar la vida de niños inocentes en el vientre materno mientras que, al mismo tiempo, perjudicaría a las mujeres y a las familias en el proceso.
Algunos quizás afirmaran que la Iglesia católica no debería involucrarse en la política. Sin embargo, la defensa de la vida y el cuidado de las mujeres nos obliga a participar en esta crucial cuestión moral. Como católicos, no podemos permanecer callados ante el Tema 1. La Iglesia no debe permanecer al margen ante una amenaza tan clara a la vida, a la dignidad humana y a la primacía de la familia. Debemos rechazar este extraordinario y peligroso intento de remodelar radicalmente a Ohio a través de una enmienda constitucional que no hace nada para ayudar a las mujeres, fortalecer la familia o promover la vida.
Pero nuestra responsabilidad de defender y promover el valor, la belleza y la dignidad de toda vida humana no se limita en absoluto a la votación de noviembre. Dios nos invita a cada uno de nosotros a trabajar con Él para apoyar con amor a los necesitados y construir una cultura de la vida en nuestra sociedad. Esto se trata de una obra que toma varias formas. Mujeres y hombres generosos ofrecen incontables horas de trabajo voluntario en centros de apoyo a embarazadas, ayudando a las mujeres necesitadas con recursos materiales y acompañamiento personal, tanto durante el embarazo como después del nacimiento de su hijo. Grupos de oración dan testimonio público del valor de la vida. Redes de médicos, personal sanitario y consejeros garantizan una atención de calidad tanto a las madres como a los niños antes de nacer. Hay servicios que ayudan a las futuras madres con la vivienda, el empleo y la educación. Otros ayudan a emparejar a padres e hijos mediante la adopción y proporcionan asistencia y apoyo a las madres que toman esta difícil decisión.
Sabemos que la atención a las mujeres embarazadas y a sus hijos abarca las primeras etapas de la vida, pero Dios nos llama a fomentar una cultura de la vida que se extienda a lo largo de toda la experiencia humana. Criamos y educamos a los niños para que tengan las oportunidades necesarias para vivir una vida fructífera y plena. Hay que animar a los jóvenes no sólo a crecer en su fe, sino también a aprender a defender y compartir esa fe en su riqueza y belleza. Los inmigrantes y refugiados necesitan sentir el abrazo de ser acogidos en nuestras comunidades. Nos acercamos y visitamos a los enfermos y a los que están en la cárcel para que también ellos sepan que son amados.
Ayudar a los demás a conocer y experimentar el amor de Dios está al corazón de la creación de una cultura de la vida. Colaboremos con el Señor para que cada persona tenga la paz (Jn. 14:27), la alegría (Jn. 15:11) y la plenitud de vida (Jn. 10:10) que sólo Dios puede proporcionar.