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Busca al Senor

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Durante estos últimos quince años he tenido el gran privilegio de servir como el arzobispo de Cincinnati. Con la aceptación de mi renuncia y el nombramiento del próximo arzobispo, se presenta la oportunidad de reflexionar sobre estos años de ministerio sacerdotal.

Este es un momento agridulce para mí. Por una parte, espero poder pasar las riendas de la administración eclesiástica a mi sucesor. Por otro lado, extrañaré las experiencias de ministerio activo a través del cual tuve la oportunidad de interactuar con muchos de ustedes. Sin embargo, uno nunca se retira verdaderamente de ser sacerdote, y espero poder ayudar en lo que pueda con la celebración de los sacramentos al servicio de los fieles de esta arquidiócesis.
Es a través de los sacramentos que Cristo se hace presente entre nosotros. Él nos nutre, perdona nuestros pecados, nos da la fuerza para cumplir nuestras respectivas vocaciones y nos protege en nuestro camino final de regreso al Dios que nos creó. Ha sido una gracia especial presenciar las muchas maneras en que Cristo está trabajando en sus vidas y cuida continuamente de Su rebaño. Jesús prometió permanecer con nosotros hasta el fin de los tiempos. A los fieles de esta arquidiócesis y más allá, Él ha cumplido esa promesa. Estoy agradecido de haber colaborado con muchos sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos para ayudar a construir el Reino en nuestra Iglesia local.

Sin duda, a lo largo de los años ha habido desafíos. Pero incluso en estos momentos, cuando la cruz está más presente ante nosotros, triunfa la gracia de Dios. Como nos recuerda San Pablo: “Sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman” (Romanos 8:28).

Poco después de llegar a la arquidiócesis, invité a todos a orar frecuentemente por las vocaciones. La Oración por las Vocaciones no es simplemente un medio para pedir a Dios que nos envíe más jóvenes para servir a la Iglesia como sacerdotes o religiosos consagrados. Más bien, es un recordatorio de que Dios ha llamado a cada uno de nosotros a un propósito definido en esta vida. Él nos llama a ser partícipes de su misión y nos capacita para hacer nuestra parte única para contribuir al camino de fe de todo el Pueblo de Dios. Están sucediendo muchas cosas buenas en esta arquidiócesis, y eso se debe a la fidelidad con la que muchos de ustedes se esfuerzan por conocer y seguir su vocación.

Desde el comienzo de su ministerio, Jesús llamó a hombres y mujeres a seguirlo. Él continúa llamándonos hoy. Nuestra respuesta exige que busquemos constantemente el rostro del Señor: reconocer Su presencia en nuestras vidas y entrar en relación con Él. Esto es esencial para la vida de un cristiano, y por eso elegí esas palabras, Busca el rostro del Señor, como mi lema episcopal. Lo buscamos constantemente y, al conocerlo, llevamos a otros a experimentar su amor por ellos. Así he tratado de vivir mi propia vocación y espero que de alguna manera Dios haya obrado a través de mi ministerio sacerdotal para estar presente ante ustedes.

Cuenten con mis oraciones por todos ustedes y, por favor, oren por mí mientras entro en esta nueva etapa de mi camino vocacional con el Señor. Por favor, oren también por el Arzobispo electo Casey, para que el Señor lo guíe y lo fortalezca mientras asume la responsabilidad de ser nuestro arzobispo y pastor.

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