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Busca al Senor

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Los católicos marcamos el comienzo del sagrado tiempo de Cuaresma con la recepción de las cenizas benditas, reconociendo nuestra pecaminosidad y la realidad de que un día nosotros mismos volveremos al polvo. A lo largo de estos 40 días, la Iglesia nos anima a volver a centrar nuestras vidas en las cosas del cielo y a alejarnos de las cosas de este mundo pasajero. Las disciplinas espirituales que practicamos con mayor fervor durante estas semanas tienen un efecto más allá de este tiempo litúrgico. Nuestra oración, ayuno y limosna están todos dirigidos a la conversión continua de nuestros corazones, para que nosotros, que buscamos el perdón de nuestros pecados, podamos algún día compartir la novedad de la vida del Hijo de Dios resucitado.

El Papa Benedicto XVI habló de la relación integral entre la Cuaresma y la Pascua, diciendo: “La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor” (Mensaje de Cuaresma 2011). Dios nos invita a prepararnos para participar en la vida nueva que brota de la Resurrección de Su Hijo. El pecado bloquea nuestra recepción de esa nueva vida, por eso la Iglesia nos llama especialmente al Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación durante la Cuaresma. Otras prácticas espirituales también pueden disponer nuestra alma para recibir más eficazmente las gracias que Dios desea derramar sobre nosotros.

Dios conoce y ama a cada uno de nosotros personalmente, como individuos únicos, y sabe cuáles dones de su gracia necesitamos cada uno de nosotros en las circunstancias particulares de nuestras vidas. Dios no sale al encuentro de cada persona de la misma manera, y no todos experimentamos a Dios de la misma manera. Por esta razón, el Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “se han desarrollado diversas espiritualidades a lo largo de la historia de la Iglesia” (CIC 2684).

Estas espiritualidades pueden nacer de las experiencias individuales de Dios transmitidas a través de congregaciones religiosas o movimientos eclesiales. En este sentido nos referimos a las espiritualidades dominicana, ignaciana, benedictina, carmelita o franciscana. Continúa el Catecismo diciendo: “En la confluencia de corrientes litúrgicas y teológicas se encuentra también una espiritualidad que muestra cómo el espíritu de oración incultura la fe en un ámbito humano y en su historia” (CIC 2684). Basados en nuestras propias personalidades, es común encontrar que las oraciones devocionales, las prácticas y los énfasis de una espiritualidad particular son una ayuda atractiva o cómoda para nuestro encuentro con Dios. Esta es una hermosa manifestación de las diversas formas en que actúa el Espíritu en la Iglesia. Una acción tan variada del Espíritu nos recuerda el gran deseo de Dios de atraer a cada persona hacia Él por toda la eternidad.

Realizamos juntos ese viaje de regreso al Dios que nos creó. Cada uno de nosotros tiene una relación única con Dios, y Él nos da a cada uno de nosotros dones únicos que podemos contribuir al camino de toda la Iglesia de regreso a la plenitud de vida con Dios. ¡Que estas semanas de Cuaresma, llevándonos a la alegría de la Pascua, sea un tiempo en el que nuestro crecimiento espiritual individual edifique todo el Cuerpo de Cristo!

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